Apropiación cultural en la moda: el caso de Marc Jacobs y las rastas.
Kendall Jenner y Bella Hadid en el backstage del desfile SS17 de Marc Jacobs. |
El 15 de septiembre pasado, el
último día de la semana de la moda en Nueva York, Marc Jacobs presentó su colección
para primavera-verano 2017 en un desfile que se llevó a cabo en el Hammerstein
Ballroom. La colección repleta de colores pastel, medias largas, plataformas y
telas metálicas fue modelada por 52 chicas (de las cuales solo 7 eran modelos
de color); el peinado que llevaban todas, creado por uno de los mejores
estilistas en la industria de la moda, Guido Palau, consistía en rastas (postizos
hechos a mano por una vendedora de Etsy) recogidas en un chignon alto.
Al hablar sobre la inspiración
detrás del look tanto Palau como Jacobs dieron respuestas evasivas sobre cómo
se inspiran en todo a su alrededor y algunos nombres como Boy George o Lana
Wachoski aparecieron por ahí. Nunca se habló de la cultura negra de donde
provienen las rastas (más adelante ahondo en esto).
Obviamente, Marc Jacobs y su show
no se salvaron de una discusión que surgió durante la presentación e
inmediatamente después de esta, donde se le acusó al diseñador de apropiación
cultural. Él, trato de defenderse escribiendo en instagram que nadie critica a
una mujer de color por alaciarse el cabello (un usuario le respondió de manera
correcta diciendo que las personas de color que se alacían el cabello
simplemente están asimilando la cultura dominante blanca porque nunca se les ha
permitido usar su cabello al natural en escuelas y trabajos; Marc Jacobs,
aparentemente, no sabe que una persona de una cultura marginada no puede,
simplemente, apropiarse de la cultura dominante), seguido de unas palabras que
seguramente creyó románticas y políticamente correctas: “yo no veo colores o
razas, solo personas”.
Lo que Marc Jacobs debería de ver
también, es la cultura.
El concepto de cultura es
sumamente amplio (y en cierta medida problemático). Esto no es una clase de
antropología por lo que ahondar en esto nos llevaría bastante, pero para el propósito
de este artículo y términos prácticos, mencionare un sentido de cultura que
utiliza William Sewell Jr. Para este académico, “la cultura se designa un mundo
delimitado y concreto de creencias y practicas […] la cultura se considera isomórfica con la misma o con un grupo
sub-societal claramente identificable. Así podemos hablar de la ‘cultura
americana’ o de la ‘cultura somoana’, o de la ‘cultura clasemediera’” o, en
este caso, agregaría yo, de la cultura negra.
Kristin Huggins de i-D escribió que las rastas son, prácticamente, “un
peinado global que ningún grupo étnico puede reclamar en su totalidad”, sin
embargo, su origen y su uso están fuertemente ligadas a la cultura negra. Por
ejemplo, en el movimiento rastafari, las rastas son uno de sus símbolos
más importantes. El uso de rastas en el movimiento rastafari esta incluso
apoyado por un verso del libro de Levíticos (“No mostrarán calvicie sobre sus
cabezas, ni se afeitarán el extremo de sus barbas, ni se harán cortes en su
carne” 21:5) y por el voto nazireo de Números 6. En resumen, el uso de rastas
simboliza un acercamiento directo entre ellos, como humanos, y su deidad
principal, el profeta de la liberación, el llamado “León de Judá”, Haile
Selassie I de Etiopia. Así, las rastas representan la melena del Léon de Judah
que forma parte de la bandera de Etiopía.
La cultura, contrario a lo que
muchas personas puedan pensar (y publicar en menos de 140 caracteres en
twitter), no es para ser apropiada.
Existe una diferencia sustancial
entre la apreciación cultural y la apropiación cultural.
La apreciación cultural sucede
cuando se respetan las diferencias que una cultura pueda tener con la propia e
incluso se celebran. La apropiación cultural sucede cuando una cultura que goza
de posición de poder sobre otra, usurpa elementos de esta última, extrayéndolas
de su contexto original e insertándolas en otro sin ninguna consideración, es
decir, lo que Marc Jacobs hizo en su último desfile con las rastas.
El verdadero problema aparece,
entonces, cuando de pronto, solo porque la cultura dominante lo ha incluido
bajo sus propios términos, cierto elemento antes marginalizado es aceptado.
La discriminación a las personas
de color por su cabello (sean rizos, “afros” o rastas) no es nueva, ha estado
arraigada por años, incluso siglos.
Como se mencionó antes, por mucho
tiempo se les catalogó de poco profesionales a las mujeres negras que llevaban
su cabello al natural.
¿Recuerdan la alfombra roja de la
edición de 2015 de los Oscars? En aquella ocasión, la actriz y cantante Zendaya
apareció en un vestido de Vivienne Westwood y con rastas. Al día siguiente, Giuliana Rancic, una de las panelistas de
Fashion Police, dijo que sentía que el peinado de Zendaya la hacía “oler a
pachuli o marihuana”.
Ahora, sin embargo, a raíz
principalmente del beauty look de
Marc Jacobs, la industria de la moda se ha declarado fanática de las rastas
instando a todos a seguir la tendencia.
Un ejemplo claro es el artículo “Tendencia en alerta: dreadlocks” publicado el
pasado 7 de octubre por la redacción de Vogue México en su página de internet. Acompañado
del subtitulo “El peinado epítome del reggae está de regreso” e ilustrado con
fotografías de Zoe Kravitz, las hermanas Bailey y Rihanna (mujeres de color en
todo su derecho de llevar rastas), el articulo le informaba a sus lectores
sobre cómo en las últimas semanas de la moda este peinado característico de la
comunidad negra (no dijeron eso, claro) se había hecho popular. La redacción de
Vogue México (al parecer nadie personalmente quiso adjudicarse la autoría de
esto) terminaba el texto con la frase “no hay celebrity que se resista, ni
excusa para no llevarlas”, instando a cualquiera a llevar el peinado.
Hablamos de Vogue México, una de las revistas con menos diversidad en sus páginas y que nunca ha hablado, por
ejemplo, el movimiento Black Lives Matter o por lo menos del racismo imperante en la industria.
“¿Cómo sería América si amaramos
a las personas de color tanto como amamos la cultura de las personas de color?” se preguntaba la actriz Amandla
Stenberg hace poco más de un año en un video en el que hablaba, precisamente,
de cómo las personas blancas se apropian de muchos de los elementos de la
cultura negra.
Hace un par de meses Maxwell
Osborne, uno de los directores creativos de las firmas Public School y DKNY, hacía
una declaración similar cuando pedía a la industria de la moda simpatía por el
movimiento Black Lives Matter, a través de una carta abierta publicada en la
revista W (la traducción es mía y se puede leer completa aquí, para la original da clic aquí):
Pero escribo esta carta abierta para fomentar a la industria de la moda no solo a continuar el dialogo sobre la raza en América, pero para hacer algo al respecto. La moda existe en un mundo de hacer creer. Nuestro trabajo es ofrecer un escape de la vida cotidiana y una fantasía de glamour y ropa hermosa. Es fácil olvidar el mundo real con sus problemas reales. Pero no tiene que ser así. La moda siempre resulta mejor cuando se ve fuera de sí misma en busca de inspiración y resulta un espejo de la sociedad. A veces hacemos eso en la pasarela, o a veces cuando nos reunimos como industria para preocuparnos por causas importantes, como muchos de nuestros compañeros han hecho con el cáncer de mama o el VIH/SIDA.
Apoya a Black Lives Matter. Sal, edúcate y entérate de cómo puedes ayudar y unirte a la conversación como un participante activo y no solo como uno pasivo, observador de buenas intenciones. Fomenta la diversidad en tus pasarelas y campañas. Fomenta a que tus seguidores en redes sociales eleven sus voces. Utiliza tus diseños para el bien público. Asiste a una protesta y observa el cambio en acción. Aumenta la conciencia -no es un gesto tan vacío como podría parecer- y otros seguirán tu ejemplo.
Dice la Dr. Cherise Smith,
profesora de estudios africanos de la Universidad de Texas y co-presidenta de
la conferencia internacional de estudios negros, que la apropiación cultural
importa porque es una evidencia de poder: quién puede tomar la cultura y de
quién la toma, quién tiene el poder y quién no lo tiene.
¿Cómo sería la industria de la
moda, me pregunto yo, si amaramos tanto a las minorías tanto como amamos sus
culturas? ¿Si no se tratara de juegos de poder, al menos, en el sentido de la
cultura?